Me he dado cuenta que todo lo que escribo aquí carece de sentido o más bien le sobra demasiado, doy a entender cosas que están más que entendidas y oscurezco cuando trato de aclarar. He venido usando este blog como depósito de sentimientos y emociones, tal vez por eso siempre se torna algo triste o melancólico, suelo caerme a pasiones sobre algo o alguien y puede lucir patéticamente dramático. A veces lo defino como verso mezclado con prosa pero la verdad es que ni yo sé realmente de que va.
Lo que si sé es que extrañamente ciertos sentimientos se trasmutan, esto podría ser bueno como también malo pero inexplicablemente me hace sentir mejor permitiéndome estar en paz con esas personas o cosas a las cuales dedico esas desaliñadas y al mismo tiempo dramáticas líneas.
Dándole un giro a todo esto, me desviaré un poco hablando sobre unas de las tantas cosas que me gustan en la vida: Los amaneceres y atardeceres, soy fiel amante de ellos y silenciosa observadora. A veces me pierdo de muchos de ellos, y eso me hace sentir que también pierdo el tiempo.
Un amanecer es como perdonar, perdonar es divino. Me produce una clase de éxtasis que podría forzar la vista y aguantar mis ganas de dormir para disfrutar de uno. El atardecer en cambio es placentero, es mi viaje hacia la redención, su luz no deja de pulsar a través de mis retinas, es delicioso y me hace creer que al final del dia todo está bien sin importar que tan dura haya sido la jornada.
Me fascina saber que esos colores azul, rosa y naranja estarán siempre para mi, a pesar de que no siempre yo esté para observarlos, son una pequeña muestra de lo fabuloso y maravilloso que puede ser el planeta tierra, el sol, yendo más allá... El universo...no voy más allá porque siento que no es necesario, ya lo dejo a criterio de cada uno, y para mi no existe más que sólo eso.
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