viernes, 30 de agosto de 2013

El gato de la ventana.

Con mi vista pérdida hacia esa ventana de aquella pequeña y a veces oscura sala aparecen en mi mente recuerdos que vuelan sobre mi como gaviotas vuelan sobre el mar, algunos de esos recuerdos son de momentos que pasaron hace algún tiempo, pero otros son de momentos que aún el tiempo no deja que sean borrados de mi memoria. 

Hay veces en las que me traslado a diferentes momentos de mi vida, unos de ellos es cuando recuerdo el entrar de aquel ser tan veraz y pequeño por aquella ventana corriendo desesperadamente hacia su plato de comida, lamiendo el agua con su áspera lengua y masticando aquellas croquetas duras produciendo sonido de crujido. Era después cuando lo tomaba entre mis brazos tocándole sus orejas frías y acariciándole su abdomen para después soltarlo y dejarlo caer ligeramente de pie  sobre el suelo.

Casi todos los días amanecía en la misma cama que yo, no importaba donde me quedara dormida, él estaba allí sobre mis pies o solo a un lado, era tan fiel como le es el sol a la luna que cada noche le abraza para no dejarla sin su luz. Era divertido darse cuenta que hasta dormía en la misma manera que yo lo hacía. 


Era común saber que si yo salía él siempre estaría ahí donde lo pudiera ver a la hora de mi llegada. No importaba la lluvia, los salvajes vientos o los sofocantes rayos de sol, yo sabía que él siempre estaría en su lugar, esperándome. Cuando yo llegaba me miraba con sus grandes ojos llenos de preocupación y al mismo tiempo llenos de alegría, con solo aquella inocente mirada me decía tantas cosas que no necesitaban ser palabras para que yo lo entendiera.  


Había pasado ya un largo tiempo desde que él llegó a casa para quedarse junto a mi. Con el paso del tiempo no era el mismo pequeño e ingenuo ser que había llegado dentro de un saco junto con sus hermanos, siendo el más vivo saliendo y corriendo hacia bajo uno de los muebles de aquella pequeña y a veces oscura sala. Ya no era el mismo de antes, estaba viejo y maltratado por todas las riñas que había tenido, yo pensaba que ya estaba en sus últimos días, pero el golpe más duro no fue ahí, él siguió más tiempo conmigo logrando que me encariñara cada vez más.


Después de 6 días de larga espera el yacía en un solar cercano, definitivamente no lo podía creer, no aceptaba aquella dura realidad. El ser que había estado conmigo en mis peores y mejores momentos, que no decía ni una palabra, el que me expresaba todo con el mirar de sus grandes ojos amarillos, estaba allí sin vida y yo no lo podía volver a tomar entre mis brazos.


A Veces imagino verlo entrar por aquella ventana, o imagino verlo posar allí como lo solía hacer constantemente para tomar los cálidos rayos de sol o mirar la hermosa caída de la lluvia.



No hay comentarios:

Publicar un comentario